ARGENTINA
Operar en América Latina exige anticipación, liderazgo transformacional y estructuras organizacionales resilientes que integren análisis jurídico, adaptación tecnológica y gobernanza estratégica.
Latinoamérica avanza a distintas velocidades, pero comparte un mismo dilema de fondo: altos niveles de informalidad, baja productividad estructural, marcos regulatorios fragmentados y una creciente presión por transformar el modelo económico sin perder cohesión social.
En este escenario, las empresas transnacionales enfrentan una tensión estratégica clara: adaptarse al mosaico normativo de la región o anticipar —y liderar— su transformación institucional. En ningún país esto es tan evidente como en la Argentina actual, donde el proceso de reformas fiscales, laborales y regulatorias ha reabierto la conversación sobre cómo operar en entornos complejos desde una lógica estratégica y no reactiva.
El caso argentino muestra con nitidez los efectos de décadas de corporativismo legal: rigideces laborales anacrónicas, privilegios sectoriales que distorsionan la competencia, y un gasto público estructuralmente superior a la capacidad real de recaudación.
Diversos regímenes fiscales o de incentivos de inversiones que los países de la región vienen desarrollando, señala un punto de inflexión que puede servir de referencia: no se trata solo de atraer capital, sino de hacerlo bajo nuevas reglas de juego que premien la eficiencia, la innovación y la productividad real.
Pero para las compañías globales, operar en Latinoamérica, implica más que aprovechar incentivos: requiere construir estructuras organizacionales y legales que aseguren estabilidad, cumplimiento y resiliencia.
En Brasil, por ejemplo, la elevada litigiosidad tributaria y laboral obliga a las empresas extranjeras a invertir fuertemente en compliance y planificación jurídica. En México, el fenómeno de nearshoring abre oportunidades de reconversión industrial, pero bajo una legislación laboral recientemente reformada que exige representación sindical real y procedimientos colectivos transparentes. Colombia experimenta tensiones entre apertura económica y fragmentación política, con marcos regulatorios sujetos a vaivenes que requieren monitoreo permanente – como por ejemplo los proyectos de reforma laboral. Perú mantiene altas tasas de informalidad (laboral y económica) presentando fuertes oportunidades de minería y cambios regulatorios tributarios que requieren atención. Paraguay, por su parte, ofrece un marco fiscal competitivo y estabilidad normativa en términos de comercio exterior e incentivos a la industria, aunque con desafíos institucionales en términos de infraestructura, seguridad jurídica y capital humano.
Y asi podríamos seguir analizando contextos por países que tendrán como notas típicas la fragmentación regulatoria y la necesidad de sólidos equipos legales que permitan unificar los criterios para operar de un modo eficiente.
No es posible replicar una misma estrategia para toda la región. Se necesitan miradas localizadas pero coordinadas globalmente, estructuras que integren análisis jurídico, adaptación tecnológica y diseño organizacional, y una gobernanza capaz de actuar con flexibilidad sin comprometer estándares globales.
La fragmentación regulatoria ya no puede ser abordada con estructuras rígidas o con departamentos jurídicos reactivos, deberá contemplarse desde el inicio variables legales, fiscales, laborales y de sostenibilidad como componentes centrales del modelo de negocio.
Por eso, el rol del asesoramiento legal estratégico se redefine: ya no se trata solo de asegurar cumplimiento ex post, sino de diseñar estrategias de entrada, permanencia y expansión con una mirada jurídica integrada. Invertir en asesoramiento local experto, diseñar estructuras societarias ágiles, revisar esquemas laborales bajo nueva normativa y planificar fiscalmente desde una mirada internacional, es hoy parte inseparable de la estrategia de negocios.
Además, las compañías globales deberán fortalecer su gobernanza corporativa en la región. Esto implica conformar boards locales con capacidad estratégica real, profesionalizar sus procesos de toma de decisión, e incorporar perfiles jurídicos, tecnológicos y de sustentabilidad en la mesa chica del management.
La gobernanza ya no puede limitarse a buenas prácticas formales: debe convertirse en una ventaja competitiva, especialmente en entornos institucionales donde la incertidumbre y la volatilidad aún conviven con oportunidades estructurales reales.
En definitiva, operar en América Latina exige algo más que capacidad de adaptación. Exige liderazgo transformacional. Las empresas transnacionales que entiendan que su permanencia y crecimiento dependen tanto de la estrategia comercial como de su capacidad para integrarse activamente en la construcción de nuevas reglas, serán las que dominen el mapa regional en los próximos años. Ya no alcanza con resistir o ajustarse. Es momento de anticipar, transformar y gobernar con visión de largo plazo.
Ernesto Sanguinetti es Socio Director para Latinoamérica de PASBBA Abogados. Abogado, especialista en Derecho Laboral, Asesoría de Empresas y Planeamiento Estratégico. Asesor de la Cámara Argentina de Industrias Electrónicas, Energía y Luminotécnicas (CADIEEL) y de la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina (ADIMRA).