Las formas sí importan – y mucho – dentro de la redacción de documentos jurídicos que, a diario, como juristas consultores, litigantes, in-houses o de cualquier otra rama en el ejercicio de la profesión, proyectamos, escribimos y circulamos.
El postulado de que las formas sí importan aplica en la vida diaria, en el quehacer profesional y, también, en la forma en que se redactan los documentos jurídicos.
Con la llegada de poderosas herramientas de inteligencia artificial que le simplifican – a tan sólo un click – la emisión de documentos, opiniones, consideraciones y muchas otras actividades requeridas por la sociedad, el rol del jurista está llamado a encontrar alternativas para diferenciarse de lo que dichas herramientas ofrecen.
En ese orden de ideas, cobra relevancia el legal design o, traducido en su literalidad al castellano, el diseño legal. Si bien tiene diversas aristas que se han venido consolidado con el pasar de los últimos años, he de concentrarme en su nivel – en apariencia – más básico: las formas.
Lo anterior, ilustrado con un ejemplo llamativo y muy diciente que tuve la fortuna de vivir hace un par de semanas: en una de las sesiones de clase que tengo la fortuna de impartir este semestre, y que como particularidad especial – y muy valiosa para mí – está el hecho de que hay estudiantes de más de cinco carreras universitarias diferentes, les pedí, como ejercicio de clase y tras haber estudiado el concepto, se sirvieran de “reformular” el famoso Certificado de Existencia y Representación Legal de una compañía X, a un documento que fuese llamativo, comprensible y fácil de abordar para cualquier persona.
Dentro de los criterios de evaluación estaba tanto el contenido del documento en cuestión a incorporar (o, en otras palabras, que tuviera los elementos que componen el Certificado) pero, también, la creatividad e innovación al momento de diseñar el entregable. Así, se les pidió que dejaran volar la imaginación y pensaran en que el documento debía ser comprendido por cualquier persona que lo leyera, especialmente por ciudadanos no juristas o con conocimiento previo sobre el particular.
Los resultados fueron maravillosos: documentos no solamente completos en lo jurídico (fondo) sino, también, abiertamente innovadores en la forma de presentarse (forma). Desde imágenes, hasta cuadros sinópticos hicieron parte de una nueva forma de concebir el certificado por parte de ellos y ellas.
El ejercicio, más allá de reforzar un concepto abordado en la clase, me permitió entender que las formas sí importan – y mucho – dentro de la redacción de documentos jurídicos que, a diario, como juristas consultores, litigantes, in-houses o de cualquier otra rama en el ejercicio de la profesión, proyectamos, escribimos y circulamos. Entender que el receptor final del mismo, llámese como se llame, debe estar en plena capacidad no solamente de entender lo que se le sugiere, proyecta o escribe sino, también, de sentirse atraído por lo que está abordando. Es ahí en donde el diferencial del legal design, en su componente más simple, juega un papel fundamental.
No debe bastar con tener un documento perfectamente argumentado en su fondo si es complejo de abordar o tedioso de leer. Deben, por lo demás, ser conceptos que caminen de la mano: la ecuación fondo más forma hará que el rol del abogado actual no sucumba – por lo menos tan rápido – ante la cada vez más inminente llegada de inteligencia artificial capaz de elaborar más rápido, posiblemente más costo eficiente e, inclusive, susceptible de ser más completo en algunas circunstancias, la documentación que recurrentemente como abogados y abogadas proyectamos.
Bienvenida sea la inteligencia artificial, pero, también, bienvenida sea la llegada de la consciencia para el jurista de la importancia que tienen las formas dentro de la proyección documental. Hacerlo simple debe ser sinónimo no de falta de completitud sino, por el contrario, de que sea fácilmente abordado por cualquier persona. El ejercicio efectuado en clase y previamente reseñado así me permitió corroborarlo y sobra agradecerle a mis estudiantes por reafirmar en mi la vocación de querer hacer las cosas cada vez más simples, sujeto a lo considerado líneas arriba.