En el derecho, como en la vida, pretender saberlo todo es pecar por ignorante. Y, por lo tanto, concebir las virtudes que tiene el entender que en la formación está el éxito, ha de ser un valor agregado vital que, como abogados, nunca debemos perder.
“Sin junior (Jr.) no hay senior (Sr.). Contratemos la actitud y entrenemos la habilidad”. Me topé con dicha frase hace algunas semanas en la red social LinkedIn y, desde entonces, no he podido dejar de pensar la cercanía que emana con nuestro diario vivir y, de manera especial, con la profesión que, con orgullo y responsabilidad, tengo el privilegio de ejercer: la abogacía.
El ejercicio profesional del abogado suele ser, (y no por ello es regla general, sino una mera tendencia) lineal: de la universidad, pasar a ser abogado junior; de junior, pasar a ser senior. Y, ahí, usualmente, socio o partner. Y ello, sin duda, no está para nada mal. Por el contrario, ha sido una formación histórica y reiterativa dentro de la profesión y del gremio que le ha permitido darse una impronta.
Ahora bien, si aquellas personas que están próximas a aventurarse en la experiencia de ser abogado junior, abogado en proceso de grado, abogado en judicatura o cualquier otra figura, sea cual sea el nombre que se le otorgue, semejante, me reciben dos pequeños consejos que parten de la premisa de que “sin junior no hay sénior”, que sean estos:
Publicidad
1. No dejarse llevar por la prisa: No por mucho madrugar amanece más temprano, diría el adagio popular. El arte del camino está en recorrer sus trazos. El derecho suele ser una profesión a la cual se acude, usualmente, por la efectiva causación de problemas y, en menor medida, para prevenir su ocurrencia. Sin duda, y aunque no será objeto de profundización dentro presente artículo, la función del derecho debería versar más sobre lo segundo en comento que sobre lo primero.
Esa necesidad de resolver “para ya” lo que definitivamente pueda esperar o, a lo sumo, aguardar un poco, suele ser uno de los mayores pecados cometidos por aquellos que hemos pasado por la posición en cuestión. Dejarse llevar menos por la prisa y más por concebir la oportunidad de aprender debe ser una constante para el recién formado en las ciencias jurídicas. Habrá asuntos de atención inmediata y urgencia manifiesta, sin duda; pero no lo serán todos y, menos, siempre.
El junior se hace más cuando entiendo que del afán no queda sino el cansancio (y, sin duda, una afectación emocional a repeler el ejercicio de la profesión a futuro).
2. Nadie nace aprendido: Puede ser un consejo en vía doble. Para el junior, en el sentido de que, muy posiblemente, más de la mitad de las cosas que trabajará, abordará, documentará o proyectará, si bien conciben temas abordados en el proceso universitario, no fueron proyectadas al ejercicio de la profesión en el marco del estudio de la carrera. Y ello no es – per se – negativo. Para eso está la vida profesional y, especialmente, sus primeros años. Pero, sin duda, que la frustración – tan común entre nosotros – no haga perder de vista que hasta el más grande de los abogados fue junior alguna vez. Y, para el sénior, en el sentido de que, hasta el mas hábil de estos, fue junior alguna vez. Y, por lo tanto, tuvo un senior que le guió, le orientó y le moldeó. Es el ciclo natural de las relaciones humanas.
Publicidad