Couture, un aventajado en la profesión, nos da cátedra, en pocas páginas, de la forma en la que concebir la profesión ha de ser más allá de la generación de riqueza personal que esta pueda causar, sin dejar ello de lado. Es, en el caso del derecho, para quien acá escribe, un medio para contribuir a formar y a construir sociedad, una que no olvide que, en lo básico, en la fuente y en lo simple, está el éxito de vivir a plenitud.
Debo iniciar advirtiendo que el título del presente artículo no es novedoso y tiene su génesis, como se infiere, en el título que encabeza un documento, corto por lo demás, escrito por Eduardo J. Couture, destacado jurista uruguayo, años atrás.
En este, Couture resalta diez presupuestos que han de guiar el quehacer del jurista y que traerlos a colación, en un mundo cada vez más complejo y en donde, la profesión, los pide a gritos, ha de ser menester.
Conocí del texto a raíz de una clase abierta que preparamos y organizamos junto al Doctor Esteban Jaramillo, reputado jurista colombiano, en la Pontificia Universidad Javeriana, a propósito de la clase de derecho comercial que impartimos conjuntamente en el pregrado de la Facultad de Ciencias Jurídicas desde hace algunos años atrás. En esta, contamos con la inmensa fortuna de tener, como invitado más que ilustre, al Doctor Ulises Canosa, actual presidente del Instituto Colombiano de Derecho Procesal y uno de los más grandes exponentes de la profesión en el país y quien comentó, en esta, acerca del escrito que acá se aborda.
Por espacio, me limitaré a comentar tres de los diez mandamientos – que me gusta más llamarlos “consejos” – que Couture expone, no sin antes indicar, como lo haré reiteradamente, que los consejos no son exclusivos para juristas y que, por el contrario, son absolutamente aplicables para cualquier profesión, en cualquier nivel de formación y en cualquier industria, gremio o actividad. Son, al final, fiel reflejo de lo que, hoy por hoy, necesitamos como seres humanos.
El primero, segundo en la lista de Couture, es uno que parece básico, pero no lo es y, de vez en vez, ha ido perdiendo relevancia: pensar. Suena sencillo y es una actividad cotidiana que, como seres privilegiados dentro del reino animal, efectuamos sin siquiera, muchas veces, darnos cuenta. La trascendencia del mandamiento (o, consejo, como ya señalé) está en que, como lo dice el mismo autor, el derecho (y léase derecho como cualquier profesión) se aprende estudiando, pero se ejerce pensando. Y no dejará de ser con la llegada de la inteligencia artificial. En coadyuvancia con este, el primer mandamiento (léase, consejo para quien acá escribe) citado por el autor parte de otro verbo en infinitivo: estudiar. No basta con nacer siendo el mejor si, como dice Couture, en el derecho (como en la mayoría de las profesiones) hay transformaciones y mutaciones profundas de vez en vez. Serás cada día un poco menos jurista, decía el autor uruguayo. Serás cada día menos ciudadano, complementaría yo.
Finalmente, el último en la lista, y no por ello el menos importante o relevante, está el amar la profesión. Señaló Couture que hay que considerar la profesión (en el caso del texto, de jurista) de tal manera que el día que se pida un consejo sobre hacia dónde ir, se considere un honor proponer que se titule en dicha profesión. Y, citándolo con una parábola, concluye señalando que el recomendar la profesión es hallar más que un oficio. Y sí: es encontrarle el sentido a lo que se hace, a cómo se hace y a por qué se hace. Pero, ante todo, es procurar el para qué se hace. Y, ahí, radica la diferencia al considerar cómo queremos vivir de lo que hacemos: para qué hacerlo, juristas o no, ha de marcar la pauta de lo que nos haga trascender.
En conclusión, Couture, un aventajado en la profesión, nos da cátedra, en pocas páginas, de la forma en la que concebir la profesión ha de ser más allá de la generación de riqueza personal que esta pueda causar, sin dejar ello de lado. Es, en el caso del derecho, para quien acá escribe, un medio para contribuir a formar y a construir sociedad, una que no olvide que, en lo básico, en la fuente y en lo simple, está el éxito de vivir a plenitud.