En el derecho, muchas de las cosas suelen ser complejas, cuando no deberían serlo. Por el contrario, por esencia, la tramitología jurídica debería ser de fácil acceso para cualquier ciudadano. Las guías legales son, precisamente, un gran ejemplo de lo aquí señalado: hacen – de lo que puede – o suele – ser complejo en la práctica, una abstracción a la simplicidad sin dejar de lado lo completo en su contenido.
En las últimas semanas, una amplia variedad de despachos jurídicos – tanto colombianos como latinoamericanos – han venido publicando y divulgando, entre sus clientes y terceros, sus guías para hacer negocios, mejor conocidas como “Doing Business Guides”, “Guías de Inversión”, entre otros nombres que, de vez en vez, estas han ido adoptando. En principio, parecen ser documentos meramente informativos, pero, su lectura fácil y su abordaje desde una perspectiva práctico-empresarial, hacen de estos unos documentos relevantes no sólo para abogados y empresarios nacionales o extranjeros sino, en general, para la sociedad en sí.
Los documentos en comento, que centran su estudio en consolidar las principales características, atributos y particularidades para hacer negocios en la zona geográfica en donde se centran, suministrando información relevante y actualizada, tienen una cualidad que los hace ser master-pieces: su diseño fácil y abierto a todo tipo de público, sin dejar de lado lo completo y bien elaborados, en su fondo y forma, que son.
En el derecho, muchas de las cosas suelen ser complejas, cuando no deberían serlo. Por el contrario, por esencia, la tramitología jurídica debería ser de fácil acceso para cualquier ciudadano. Las guías legales son, precisamente, un gran ejemplo de lo aquí señalado: hacen – de lo que puede – o suele – ser complejo en la práctica, una abstracción a la simplicidad sin dejar de lado lo completo en su contenido.
Pero, voy más allá de lo referido hasta aquí: son, además, excelentes guías prácticas para estudiantes de derecho – y de otras carreras, como administración de empresas, contaduría o economía – que, en documentos simples, pueden encontrar lo que en extensos manifiestos – y en la mismísima normativa – suele no ser tan fácil de captar.
Las guías legales para hacer negocios, así, se han convertido – en lo personal y en lo profesional – en excelentes referentes para hacer algo complejo, simple; de algo que puede ser difícil o grueso, algo fácil y ligero. La aplicación de ellas, a lo que debería ser el desarrollo normativo, es diciente. De qué sirve una ley muy bien producida si no es clara para el ciudadano común quien, finalmente, será el doliente de la misma.
En resumidas cuentas, buscar más este tipo de documentos para masificar el conocimiento, para divulgar lo que parece ser complejo de una manera fácil y amena y, sobre todo, para que pueda llegar a más y más personas – no sólo nacionales sino, también, extranjeros – debe convertirse en una premisa no sólo de las grandes firmas de abogados sino, también, de las editoriales jurídicas, de los centros de estudio académicos y, al final, de nosotros mismos como abogados.
Dejar de lado lo complejo que aparenta ser el ejercicio del derecho por documentos más sencillos – sin dejar de ser completos, por supuesto, y que generen el verdadero impacto que llevan consigo para quien no sabe o no conoce, ha de ser el mantra que, día a día, tracemos para el devenir de nuestra – cada vez más reemplazable por mecanismos tecnológicos en muchas de las actuaciones – profesión.