Un buen accionista es un tesoro. Uno malo es una tortura.
Tener una sociedad es como tener un hijo, y los socios son como los papás. Cada uno carga su contexto, sus formas, su propia maleta. Así que, para asociarse bien, hay que entender primero a la persona con la que se va a llevar a cabo el proyecto. Tendría sentido hacer un proceso de selección exhaustivo cuando se vaya a tener un socio (es una exageración… pero no tanto).
En una sociedad los accionistas son determinantes. Ser un buen accionista va más allá de poseer acciones; implica un compromiso activo, mentalidad estratégica y una comprensión de cómo influir positivamente en el desempeño de la empresa. Por tal motivo, vale la pena armar una especie de “mínimos” para ser un buen accionista.
- Fórmese y actualícese continuamente: No todos deben saberlo todo, pero todos sí deben tener una comprensión general de distintos asuntos. Lo financiero, lo estratégico y lo propio del negocio debe estar cubierto por los accionistas. Mantenerse al tanto de noticias y tendencias, entender los informes, estudiar el desempeño histórico de la empresa, entre otros, permitirá tomar decisiones informadas. Participar de forma estratégica, y no reaccionaria.
- Conozca sus derechos y deberes: Todos los accionistas deben tener claro los estatutos. Esas son sus reglas para que ese “matrimonio” sea sano. Allí están los derechos y deberes. Es fundamental entender cómo se toman las decisiones, qué derechos de voto tiene y cómo puede ejercerlos. Inclusive, verifique si puede convocar a la asamblea, o cómo se hace. No es un deber legal, pero debería ser moral: asista a las asambleas, ojalá directamente, haga preguntas y exprese inquietudes. Mejor ser reflexivo que irracional.
- Mantenga una comunicación abierta con la administración: No es que se vuelva un administrador en la sombra, o que le consuma el poco tiempo al administrador para atender sus caprichos. No. Participe en las asambleas y aproveche la oportunidad para discutir temas relevantes con los administradores. Mejor ser curioso que terco.
- Piense en el mediano y largo plazo: Hay que considerar el mapa general y evaluar decisiones desde una perspectiva amplia. Evite caer en el juego de las fluctuaciones diarias del mercado y en su lugar, enfoque sus esfuerzos en el crecimiento y la sostenibilidad a largo plazo. Si todos estuviéramos en función del dólar día a día, estaríamos pensando en lo urgente y no en lo importante.
- Sea consciente de su influencia: Como accionista tiene influencia en el destino y las decisiones de la empresa. Utilice su poder de forma responsable. Considere el impacto de sus decisiones en los empleados, la comunidad, el ambiente. Busque maximizar ganancias y bienestar.
- Coherencia: Las reglas son para cumplirse, y para eso se fijaron. Por ello, si es mayoritario, debe dar ejemplo de coherencia y no ser arbitrario. Un buen accionista sabe que hay reglas, a pesar que pueda ser él mismo quien pueda determinarlas sobre otro.
- La transparencia como punto de partida: Lo qué más quiebra una relación de cualquier naturaleza es el “secretismo”, o “armar corrillos”. Cuando un accionista empieza a generar misterios, quiebra la confianza; cuando un accionista presiona en privado al representante legal, empieza a desequilibrar la balanza; y si es el mayoritario, peor. Hay escenarios para formular inquietudes, y estos pueden dar tranquilidad sobre la transparencia.
Ser un buen accionista en las sociedades implica una combinación de conocimiento, compromiso y toma de decisiones estratégicas. Un adecuado involucramiento contribuye al éxito sostenible de la empresa.
Diego Márquez Arango es Abogado experto en asuntos empresariales, societarios, insolvencia y gestión del patrimonio familiar. Socio de MQA Abogados.