Por estos días los secretos empresariales se han convertido en uno de los mecanismos más usados para proteger desarrollos de IA pues no se requiere una solicitud o registro para obtener la protección de la información.
Como cada año, el 26 de abril se celebra el día mundial de la Propiedad Intelectual: una ocasión especial para celebrar la innovación, las nuevas ideas y aquellos intangibles que aportan tanto valor a nuestras organizaciones. En particular y, especialmente, después de una pandemia que catalizó el proceso de digitalización de las empresas y de nuestras vidas, no podíamos dejar de lado un tema que actualmente está transformando el mundo como nunca: la Inteligencia Artificial (IA).
Si bien su definición no es pacífica, la IA se refiere generalmente a la tecnología que, en cierto sentido, imita la inteligencia de los seres humanos. En concreto, la IA permite a los ordenadores realizar alguna tarea sin estar expresamente programados para ello. Algunos ejemplos son el aprendizaje automático, los modelos de entrenamiento y algoritmos. Un claro ejemplo y que por estos días suena en los medios es ChatGPT.
La IA no es algo que pueda ser considerado como un tema lejano, no obstante, apenas estamos entendiendo que tiene repercusiones en otras disciplinas diferentes a la tecnología en sí misma. En este caso, la Propiedad Intelectual, la privacidad y otras áreas de importancia jurídica y social.
A manera de ejemplo, el usuario de una aplicación basada en IA no puede ver a primera vista el origen de esta. La IA a menudo comprende procesos que residen en la nube y nunca están expuestos a los usuarios. Por ejemplo, el algoritmo de ChatGPT puede proporcionar respuestas a diversas preguntas, sin indicarle al usuario sobre los pasos que fueron usados para producir la respuesta. Incluso, se pueden desarrollar perfiles para asuntos de seguridad o financiero y, de cara al usuario, solo se observaría el resultado y no el proceso de cómo se llegó a esa conclusión.
En este contexto, los secretos empresariales han empezado a jugar un papel preponderante, pues la protección frente a los desarrollos de IA, usualmente, no puede darse vía patente o derecho de autor, e incluso, el procedimiento requerido para cada uno no va de la mano con la agilidad que requieren este tipo de desarrollos tecnológicos. Además, por lo general, los secretos empresariales protegen una materia más amplia que los demás derechos de propiedad intelectual convencionales, abarcando información tanto técnica como no técnica, ideas e incluso hechos.
En razón de lo anterior, los secretos empresariales se han convertido en uno de los mecanismos más usados para proteger desarrollos de IA pues no se requiere una solicitud o registro para obtener la protección de la información; esto por cuanto la protección del secreto empresarial surge automáticamente siempre que el propietario del secreto pueda demostrar que la información crea una ventaja competitiva en virtud de su carácter reservado y que se han tomado medidas razonables (técnicas, jurídicas e incluso administrativas) para mantenerlo secreto.
A pesar de que la protección vía secreto empresarial tiene ventajas, lo cierto es que existen riesgos latentes de cara a la protección y conservación del mismo. El principal es el acceso indebido, lo cual usualmente sucede por alguien conocido en la empresa, a menudo un empleado actual o antiguo. Este asunto es especialmente relevante en la era de la IA, en la que los empleados cambian de empresa a un ritmo superior al usual. Lo anterior, toda vez que la naturaleza del trabajo de IA es tal que requiere empleados con conocimientos especializados, y la oferta es reducida.
Por lo anterior, los empresarios deben ser conscientes de la necesidad de protegerse, buscando así los mecanismos idóneos para ello.
Camila López es Asociada Holland and Knight, Abogada del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, J.D. Experta en Propiedad Intelectual.