Los contratos, más rápido de lo que pensamos, van a ser redactados por la IA. ¿Cuál será el rol del abogado?
Usualmente escribo sobre asuntos actuales, de realidades que vivimos en el ejercicio de la profesión, o sobre asuntos jurídicos en los que puede haber mucha discusión, pero, esta vez, escribiré sobre todo lo anterior, pero dirigiéndome a los abogados.
Se me ocurre pensar qué hay 4 niveles de “pensamiento” en el abogado. La parte más alta, o primer nivel, refiere al abogado que lee y repite, e inclusive puede resumir. El abogado sin duda comprende el alcance.
El segundo “nivel”, es el pensamiento de quien puede elaborar sus ideas propias. Se desagregan las ideas, se percibe la razón de ser de algo así no esté manifiesto. Se logra cuestionar y sacar conclusiones. Muchos podemos estar en este nivel en el común de nuestras actividades.
El tercer nivel es uno crítico. Se comprende el alcance, se sacan conclusiones, se entiende el fondo de lo qué hay en algo, y se está en capacidad de ver más allá de lo que está escrito o entendido como “verdad”. Por ejemplo, ¿las sociedades son solo de dos o más personas?
El último nivel, entonces, supone la capacidad de llegar al fondo, comprendiendo el marco, la génesis. Se puede armar y desarmar el concepto, ideas y doctrinas. Es la explosión del nivel crítico porque permite la construcción y reconstrucción. Es, entonces, la fase creativa. La del que puede crear nuevos paradigmas.
Así las cosas, los abogados debemos estar pensando en que las máquinas nos van a redactar los contratos. Si a Bill Gates se le bloquea Windows, dirá que “todavía la máquina necesita del humano”, pero, ¿hasta cuándo?
Los abogados estamos para:
(I) Pensar, y no para repetir lo que ya existe.
(II) Ir más allá, y no quedarnos en el “más acá”.
(III) No obedecer sin entender.
(IV) Trascender conceptos que asumimos como paradigmas, entendiendo los pilares de lo que concebimos como “cierto”, pero estando dispuestos a ir en contra de la “doctrina” o la “dogmática” del derecho.
Ya lo preguntaba un importante filósofo del derecho: ¿hablamos del poder fáctico de lo normativo, o del poder normativo de lo fáctico?
El pensamiento del abogado empieza por saber indagar y entender. ¿Cómo digerir la intención de los socios para construir unos estatutos/acuerdo de accionistas/política de buen gobierno?
Pero no es solo indagar y entender. También se debe estar en capacidad de concluir, traducir y estar en capacidad/disposición de sugerir. Los abogados también somos traductores de un idioma que nosotros mismos nos inventamos, al idioma de los negocios/asuntos jurídicos.
Por último, el pensamiento del abogado no puede ser soberbio, que no permita contraducción o lo que se suele llamar una “prueba ácida”. Aquí necesitamos del otro. Las máquinas procesan muchísima información, ofrecen conclusiones, analizan datos e, inclusive, hasta podrían trazar un camino a raíz de cómo se siente una persona. Ahora, ¿hasta dónde puede llegar la inteligencia artificial a percibir/comprender/digerir los silencios, los dichos, el sarcamo o hasta la frustración oculta en rabia de un humano. Para eso, las máquinas necesitarían tener un “instinto de conservación”.
Un abogado solitario es mucho menos que un abogado. Rebotar las ideas con los demás supone construir. En este caso, los insoportablemente vehementes son los que tendrán mayor adaptabilidad a los cambios.
Diego Márquez Arango_ Abogado experto en asuntos empresariales, societarios, insolvencia y gestión del patrimonio familiar.