Hablar de los “principios en los negocios” nos lleva a pensar mucho en los “principios de los contratos”, y allí encontramos, entre los más destacados: la buena fe; la autonomía de la voluntad; pacta sunt servanda (el contrato es ley para las partes); y otros.
Ahora, en los negocios, como desarrollo de la buena fe, hablamos de no ejecutar actos de competencia desleal; también de evitar el abuso en frente al mercado; de llevar con transparencia la contabilidad; y muchos otros más.
Pues bien, todo lo dicho tiene fundamento normativo. Es decir: es la ley la que pareciera establecer los límites en los negocios. Y sí (y “no”, también). Suena a entrevista de político envuelto en escándalo sugerir: “he cumplido lo que establece la ley”; pero, a veces, ni la ley es clara, y la ley no debe ser el límite. Esto es la famosa “ética en los negocios”.
Desde el punto de vista académico y profesional me ha causado inquietud la presentación de OPAs sucesivas que tienen efectos en las compañías target. Hay que tener en cuenta que este tipo de solicitudes generan bloqueos y obligaciones especiales para los destinatarios y la sucesión de presentaciones es un obstáculo importante para muchos asuntos. El límite en el ejercicio de un derecho va, como lo enseñaron en el colegio, hasta donde empieza el del otro.
También inquieta ver cómo se desprecia el valor producido por distintas compañías a los grupos de interés, restableciendo la lógica de solo generar dividendos, que, sin duda, debe ser un objetivo determinante (así lo sugiere la ley).
En el texto “The New Corporate Governance” de Oliver Hart y Luigi Zingales, hay un interesante ejercicio para explicar el que debe ser un cambio de paradigma: entender que la función de los administradores y empresas pasa de la «maximización de valor para los accionistas», a la «maximización del bienestar de los accionistas».
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Claro, legalmente un administrador debe cumplir la ley, los estatutos y responder a los requerimientos de los accionistas o la junta, y con eso le basta. Pero, ¿y si el estándar de comportamiento también tiene en cuenta el impacto que tenga en el entorno?
Cuando se habla de estos temas se cae en el riesgo de sonar muy “discursivo”, “cursi”, o, como algunas veces he escuchado, “o-ene-gero”. Pero, no. Hay estudios que evidencian que de las inversiones sostenibles hay importantes rendimientos, si es que solo se buscan las utilidades y no se quiere hablar de los efectos en el entorno. El más reciente que he leído fue publicado por Lubos Pastor, Robert Stambaugh y Lucian Taylor, reseñado por Principles for Responsible Investment.
Sugiero unos “mínimos” para los negocios:
- Pagarle a los proveedores a tiempo.
- El cliente no siempre tiene la razón, y por eso necesita orientación.
- La transparencia genera confianza.
- No trampa.
- Las personas (clientes, empleados, proveedores, etc.) son siempre valiosos.
- Ser cumplido y, si no se puede ser cumplido, avisar que no se podrá serlo.
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